miércoles, 25 de diciembre de 2013

viernes, 20 de diciembre de 2013

"Noches de Obon", una reseña




"Noches de Obon", novela de la española María J. Rivera, pudiera ser leída como un libro de viajes. Algo debe, y quizá mucho, a los road movies del cine, pero por encima de todo es un viaje interior y tremendo al fuego de la pasión y al horror de la venganza, con Barcelona, Marsella, Shanghai y Kioto como oscuro telón de fondo y el fantasma de Montecristo flotando sobre las turbias aguas de la irracionalidad.

Su historia, su trama que se complejiza suave, imperceptiblemente, casi a hurtadillas –y que obliga al lector a estar atento, muy atento, a cada palabra, a cada gesto de los personajes, incluso los de apariencia inocente y casual–, está tejida sobre una serie sucesiva y trágica de triángulos siempre fallidos, siempre esquivos, siempre fatales. Un matrimonio chino y un amante japonés. Este japonés, su amante argelino y una chica polaca. El argelino, el japonés y un tunecino salido de la nada. Pero antes, durante, y siempre el matrimonio argelino, sorpresivo y aceptado a regañadientes por el amante nipón.

Estas relaciones, vistas de trasluz, sobre existen en equilibrios engorrosos, rozando y forzando todos los límites, siempre a punto de estallar, como resortes que se pulsan, se tensan y se quiebran bajo presiones excesivas. Eso, el exceso, la hybris aristotélica, coloca a los personajes en estados de excepción, generando odiosas encrucijadas: puestos a escoger, cada decisión posible es tan terrible como la anterior. Situación trágica por excelencia, cuando debes elegir entre el menor de los males, como si ello fuera humanamente posible, con el soplo helado de la muerte por todas partes.
Las Noches de Obon son también un paseo por el Oriente, en su profundidad espiritual, su observancia del culto a los ancestros, su sentido ineludible de la autoridad y el peso de la tradición, de la familia y de la subordinación.
Así esta novela es también la mirada puesta ante el espejo torcido que no nos deja mentir y refleja con precisión todo lo que no queremos ser, pero somos, día a día, paso a paso, escuchando bajo muy bajo y muy quedo el reclamo subterráneo de la lex talionis, que echamos a un lado pero sin atrevernos nunca a desecharla jamás.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Presentación en la 30 Feria Internacional del Libro de Miami, de la primera novela del escritor colombiano Julio César Pérez: Hombre Cero



Pérez Méndez realiza la presentación oficial de Hombre Cero, una novela de denuncia y comprometida al 100% con la Colombia actual.


Nuevas editoriales de Estados Unidos, enfocadas en la publicación de la literatura hispanoamericana, se reúnen y conversan acerca del futuro del libro impreso.


Greity González Rivera presenta a la editorial y a la novela Hombre Cero, del autor colombiano Julio César Pérez Méndez. 
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LA PEREZA EDICIONES EN LA 30 FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE MIAMI 2013

La Pereza Ediciones estuvo presente en la 30 Feria Internacional del Libro de Miami (17 al 24 de noviembre del 2013), el más importante evento literario en Estados Unidos. Debajo, algunas imágenes del stand de la editorial, en estos tres días de trabajo ininterrumpido, alianzas futuras y satisfacciones infinitas.



Greity González Rivera, Presidente, y Dago Sásiga, Encargado de Prensa y Distribución, con José Ovejero, ganador del Premio Alfaguara 2013 con su novela La invención del amor, y quien firmó ejemplares de su libro de relatos de viajes Otros cielos, publicado bajo el sello de La Pereza Ediciones. 


Con Emanuel Franco, autor de la novela infantil La flor mágica, la cual ha tenido excepcional acogida en el público hispanoamericano de todas las edades.


Dago Sásiga y Greity González Rivera en el stand de La Pereza Ediciones, que este año llevara, entre otros, libros inéditos de autores como Ernesto Cardenal, Sergio Ramírez, Claudia Amengual y Marta Sanz. 



Emanuel Franco firma ejemplares de su libro a una lectora. 


martes, 19 de noviembre de 2013

Excelente reseña sobre Amor Fou, de Marta Sanz, en CULTURAMA

El siguiente es el link de acceso a la revista cultural madrileña que recién publica una reseña excelente de la novela Amor Fou, de la escritora española Marta Sanz, a cargo del respetado crítico literario Francisco Balbuena.

http://www.culturamas.es/blog/2013/11/19/estilo-y-estilete/

lunes, 11 de noviembre de 2013

La Pereza Ediciones publica la última novela de la conocida escritora madrileña Marta Sanz: "Amor fou"





"Marta Sanz tiene cara de niña buena, de esas que tras un rostro de primera de la clase ocultan alguna depravación o vicio inconfesable. Hemos discutido mucho las razones de esa duplicidad pero no hemos alcanzado conclusiones unánimes. Así que todos los vecinos de mi edificio nos hemos puesto a investigar: un grupo se ocupa de leer atentamente sus libros anotando todas las frases sospechosas; los de otro grupo se turnan para seguirla con disimulo cuando sale a la calle, y el tercer grupo está especulando en bolsa para conseguir dinero y comprar el piso que queda frente al de ella y poder así espiarla. 
Yo estoy convencido de que no conseguiremos averiguar el secreto de Marta Sanz. Pero si lo descubriera, no penséis que voy a contároslo".
José Ovejero 

Para acceder al libro: 
http://www.amazon.com/Amour-Spanish-Edition-Marta-Sanz/dp/0615915213/ref=sr_1_12?ie=UTF8&qid=1384180671&sr=8-12&keywords=Marta+Sanz



miércoles, 23 de octubre de 2013

domingo, 20 de octubre de 2013

Discurso de Sergio Ramírez en la inauguración del VI Congreso Internacional de la Lengua Española, en Panamá

«Lengua vasta, cambiante y múltiple, sin fronteras ni compartimientos»

20 de octubre de 2013 a la(s) 20:04


Discurso en el acto de inauguración del VI Congreso Internacional de la Lengua Española, dedicado a «El español en el libro». Panamá, 20 de octubre de 2013.


Siempre me ha intrigado saber lo que es sentirse escritor de una lengua que tiene el país por cárcel, una lengua que no se habla más allá de las propias fronteras. Claro que el tamaño de una lengua no se mide por sus límites geográficos, ni creo que haya lenguas pequeñas. Todas tienen sus propios registros mágicos e inmensas posibilidades literarias, pero éstas de las que hablo son lenguas hacia adentro.

No sé lo que es vivir en uno de esos espacios verbales cerrados. Hay escritores que desde allí, desde esos compartimentos, se han  trasplantado a alguna de las grandes lenguas europeas, como el gran escritor Milán Kundera, que ahora escribe en francés, y no en checo. Pero para mí, una renuncia semejante significaría alejarme de la casa de la infancia por siempre clausurada, desde donde me llegan las voces que un día aprendí para siempre.

Son escritores que dejan de escribir en la lengua en que nacieron, y con la que nacieron, bajo un sentimiento de asfixia. El sentimiento de que su voz se escucha de cerca, pero no de lejos, de por medio o no la traición de las traducciones. Y no puedo verlo sino como una dolorosa mutilación, como la que se practicaba a los castrati en el siglo diecisiete, que ganaban así una nueva voz, pero perdían para siempre la propia. Mutilarse para sobrevivir. Pero peor que la castración es la deslenguación, la lengua extirpada, desde su arranque y raíz.

Quitarse la lengua uno mismo, o que se la quiten por la fuerza. Otro de los grandes escritores centroeuropeos, Sandor Marais, sintió que había muerto cuando sus libros, que entonces sólo podían leerse en húngaro, fueron prohibidos. Ya tenían sus novelas el país por cárcel, y ahora las enviaban al cementerio. Le habían extirpado la voz como castigo. No sólo nadie podría leerlo al otro lado de la guardarraya, ni siquiera en Polonia o en Austria, donde no estaba traducido, sino que tampoco podría ser leído en su propio país. Como que no existiera. Y así  el mundo se perdió por muchos años la espléndida belleza de sus palabras, mientras él decidía su suicidio en el exilio, ya sin lengua.

Nicaragua es un país más pequeño que la Hungría de Sandor Maris, o de lo que fue la antigua Checoslovaquia de Milán Kundera, y por eso me intriga, y me aterra, esa posibilidad de que nadie pudiera oírme más allá de mis fronteras, o la de quedarme alguna vez sin lengua. El limbo de las palabras, o su infierno.

Si en cada uno de los países de Hispanoamérica se hablara una lengua diferente, viviría yo también, a fuerza, ese síndrome de Babel que obliga a despreciar la propia lengua para entregarse sin consuelo a otra de mayores posibilidades. Y al perder la lengua así, cortada desde donde empieza, en lo hondo de la faringe, perdemos también la garganta, la boca, el oído, el olfato, la visión.



Al perder la palabra, perdemos la memoria. Para ser trasplantado hay que ser arrancado de las propias raíces, porque la lengua no es solamente una forma de expresión que uno pueda cambiar en la boca a mejor conveniencia, sino que es la vida misma, la historia, el pasado, y aún más que eso, el existir en función de los demás, porque la lengua sola de un individuo hablando en el desierto no tendría sentido, menos para un escritor, que si existe es porque alguien más comparte sus palabras, y las vuelve suyas. Según evocaba Miguel Ángel Asturias la tradición del pueblo quiché, el mismo pueblo que nos heredó la magia del Popol Vuh, aquel que habla en nombre de los demás es el Gran Lengua de su tribu.

Existimos porque podemos hablar entre todos los que profesamos esa misma lengua, y con esa misma lengua, sin confundirnos como en el Pentecostés, cambiándola cada día, y agregándole capas de pintura creativa, en lo que hablamos en la calle, y en lo que escribimos en la literatura.

Soy un escritor de una lengua vasta, cambiante y múltiple, sin fronteras ni compartimientos, que en lugar de recogerse sobre sí misma se expande cada día, haciéndose más rica en la medida en que camina territorios, emigra, muta, se viste y de desviste, se mezcla, gana lo que puede otros idiomas, se aposenta, se queda, reemprende viaje y sigue andando, lengua caminante, revoltosa y entrometida, sorpresiva, maleable. Puedo volar toda una noche, de Managua a Buenos Aires, o de la ciudad de México a Los Ángeles,  y siempre me estarán oyendo en mi español centroamericano.

Español de islas y tierra firme, deltas, pampas, cordilleras, selvas, costas ardientes, páramos desolados, subiendo hacia los volcanes y bajando hacia la mar salada, ningún otro idioma es dueño de un territorio tan vasto. Me oirán en la Patagonia, y en Ciudad Juárez, un continente de por medio, y en el Caribe de las Antillas Mayores, y en el arco del Golfo de México, y del otro lado del dilatado Atlántico también me oirán, y oiré, en tierras de Castilla, y en las de Extremadura, y en las de León, en las de Aragón. Y en Guinea Ecuatorial, y en el desierto saharaui. Nos oiremos, hablaremos. Sabremos de qué estamos hablando, porque en la lengua, somos idénticos, estamos ungidos por la misma gracia.

Augusto Roa Bastos es un híbrido del español y el guaraní, de otra manera no existiría Hijo de Hombre. La sintaxis quechua entra en la escritura de José María Arguedas, de otra manera no existiría Los ríos profundos. Sin la lengua yoruba, congo o mandinga y su profundo palpitar de tambores, no existiría Songoro Cosongo de Nicolás Guillén, ni Tuntún de pasa y grifería de Luis Palés Matos, y sin el quiché tampoco Hombres de Maíz de Miguel Ángel Asturias.

Aguas revueltas de ríos distintos, una sola en su vasta y caótica diversidad que ya del lado de los emigrantes hispanos a Estados Unidos, se vuelve más vasta y sigue nutriéndose y transformándose.  Porque una lengua viva, que emigra, y no se queda enclaustrada en su propia casa, siempre lleva las de ganar.

Cuando en América hablamos acerca de la identidad compartida, nuestro punto de partida, y de referencia común, es la lengua. No somos una identidad étnica, no somos una multitud homogénea, no somos una raza, somos muchas razas. La diversidad es lo que hace la identidad. Tendremos identidad mientras la busquemos y queramos encontrarnos en el otro. Pero somos una lengua, que tampoco es homogénea. La lengua desde la que vengo, y hacia la que voy, y que mientras se halla en movimiento, me lleva consigo de uno a otro territorio, territorios reales o territorios verbales.

Estratos geológicos superpuestos, palabras escondidas abajo, y encima la agobiante modernidad que trastoca los vocablos que buscan el cauce de las necesidades tecnológicas, porque quien no inventa tecnología tampoco inventa los términos de la tecnología, y entonces la lengua abre sus valvas para recibir esas palabras ajenas, y volverlas propias, el inglés como antes el árabe.

No puedo sentirme solo. No tengo mi lengua por cárcel, sino el reino sin límites de una incesante aventura, de Cervantes a García Márquez, de Góngora a Rubén Darío, de Alonso de Ercilla a Pablo Neruda, de Bernal Diaz del Castillo a Juan Rulfo, de Lope de Vega a Julio Cortázar, de Sor Juana a Xavier Villaurrutia, de Miguel Hernández a Ernesto Cardenal, del Inca Garcilaso a César Vallejo, de Pérez Galdós a Carlos Fuentes, de Rómulo Gallegos a Vargas Llosa, de García Lorca a José Emilio Pacheco.



Es nuestra lengua mojada. La que entra oculta a los Estados Unidos en los furgones de carga, hacinada en los techos de los vagones del tren de la muerte en viaje de Chiapas a Sonora, la que pasa debajo de las alambradas, la que traspasa el muro inteligente, la que burla los detectores infrarrojos,  la que no se deja encandilar por los reflectores, la que huye de los perros de presa que saben oler pobreza y sudores, y de los cebados granjeros de Arizona convertidos en vigilantes armados de fusiles automáticos. Vigilante. Palabra ésa que, ironías de la lengua perseguida, le pertenece a ella misma.

Emigra desde tan lejos como Bolivia, el Perú y Ecuador, acampa en el río Suchiate esperando la noche para pasar a nado, siempre acosada a lo largo de su marcha temerosa hacia el otro río, el río Bravo, clandestina, y por tanto subversiva. Es la lengua de la pobreza, que cae bajo las balas de los Zetas en su camino, lengua triste y masacrada que sin embargo vuelve a despertar al nombrar cada vez al dolor y la miseria, pero también la esperanza.

Renace todos los días, se aclimata, camina. Cambia mientras camina. El español de la Tierra del Fuego y el de los salares del desierto de Atacama, el de las alturas de Machu Pichu y el de la tierras caliente de Michoacán, el español del valle del Cauca y los llanos de Apure, el español de la estrecha garganta pastoril iluminada por el fuego de los volcanes que es Centroamérica, el español campesino del Cibao dominicano y el insaciable español habanero, el español tapatío y el de los chilangos de la región más transparente del aire, y el del desierto de crudos espejismos de Sonora, el español de las dos Californias, el de las madreadas mexicanas en Los Ángeles, el de los murmullos de los inmigrantes ecuatorianos y bolivianos perseguidos en San Diego, el de los nicaragüenses que lloran de cabanga en San Francisco por su paisaje perdido, el de los tex-mex del Paso, el de los chicanos de Yuma. La raza.  El español de los hondureños dejados desde antaño en las costas de Luisiana por los barcos bananeros de la Flota Blanca, el de la Florida de Ponce de León donde se habla en son cubano, el de los salvadoreños, los tristes más tristes del mundo de Roque Dalton, en las barriadas de Washington, el vasto e intrincado español de los dominicanos,  y los puertorriqueños de Nueva York.



La lengua que se paraliza en la boca es una lengua muerta. Y el español es también en los Estados Unidos una lengua literaria, que es la otra manera de que una lengua viva sin riesgos de muerte. Una lengua de los escritores que han traspasado la frontera, o que han nacido en el territorio de Estados Unidos, y escriben en español. Unos hablan la lengua, otros la escriben, y estos son sus dos puntales vitales. Es un asunto verbal, no territorial. Una cultura híbrida, variada, y contradictoria, sorprendente y sorpresiva, que varía su sintaxis, que crea neologismos, que se aventura a inventar.

Quienes la hablan y quienes la escriben son protagonistas de esa invasión verbal que cada vez más tendrá consecuencias culturales. Consecuencias de dos vías, por supuesto, porque cuando las aguas de un idioma entran en las de otro, se produce siempre un fenómeno de mutuo enriquecimiento.

La lengua que gana nuevos códigos cerca del lenguaje digital, de los nuevos paradigmas de la comunicación, de los libros electrónicos, de las infinitas bibliotecas virtuales que estuvieron desde antes en la imaginación de Borges, y que gana modernidad mientras se adentra en el siglo veintiuno.

El Gran Lengua seguirá siendo el vocero de la tribu. El que tiene el don de la palabra y representa así a los que no tienen voz. El que alza la voz, es él mismo la lengua, la encarna, y se encarna en ella. Guarda y publica la memoria de las ocurrencias del pasado, inventa, imagina, interpreta, recrea, explica, y seduce con las palabras.

¿A qué otra cosa mejor puede aspirar un escritor, sino a ser lengua de una tribu tan variada y tan vasta?

sábado, 19 de octubre de 2013

Palabras de presentación a cargo del crítico Carlos Velazco, para el lanzamiento de la primera novela del creador cubano Miguel Coyula

Mar rojo, mal azul de Miguel Coyula
Carlos Velazco



Todo empeño cinematográfico está obligado a ser colectivo, por muy reducido que sea su grupo, es decir, el equipo. Esto es una regla. Pero cada regla tiene su excepción. Miguel Coyula es la excepción de la regla. Por eso digo en el prólogo que asume sus películas como un escritor su literatura, controlando todas las especialidades: guion, fotografía, edición, música y sonido, y también porque prepara un plano, una secuencia, con la orfebrería que se pule una página. Tenemos una cita suya que lo sustenta incluso:
Porque creo que es igual en el lenguaje cinematográfico que en la literatura. Después de un punto, escribes una oración distinta de la anterior con otro significado.
Más de cinco años empleó, no demoró, Miguel Coyula en hacer Memorias del desarrollo. Cinco años durante los cuales la concepción inicial fue variando y el escenario se abrió a múltiples ciudades y parajes, universalizando el asunto: una mirada desprejuiciada, y más aún, irreverente, de esa Historia que con compromisos y prejuicios menoscaba y sugestiona la libertad de los individuos.
Más de una década ha tardado, sí, en publicar Mar rojo, mal azul, libro del que se origina su cinta Cucarachas rojas y su actual producción, Corazón azul. Una novela enmarcada en el terreno que Coyula ha reconocido es el que más le atrae: la ciencia ficción, en su afán por desligarse de cualquier realidad geográfica reconocible. En Mar rojo, mal azul, caminamos por una ciudad con Malecón, con un túnel que atraviesa un río, pero cuyos rasgos habaneros se desdibujan en ese hipotético futuro alternativo del siglo XXI.
Además de Mar rojo, mal azul, he podido leer varios de los cuentos todavía inéditos de Miguel. 1994, 1995, 1996, son las fechas de las que datan. Las más de las veces percibo el reflejo de ambientes y personajes que pudieron rodearlo en su adolescencia y temprana juventud. Pero en todos los casos, en cada uno de ellos, encuentro la inusual libertad de narrar sin tener que explicarlo todo, el rechazo a cualquier reproducción realista, el origen de ese lenguaje distinto de su cine. Quizás “lenguaje” no sería el término apropiado, porque más que a una estética particular de composición y consecutividad de planos por montaje de asociaciones, fragmentación narrativa o ritmo, me refiero a la lógica inusual de ese universo que nos presenta.
En un texto titulado “Futuro alternativo”, Miguel Coyula ha declarado su interés en conseguir con Corazón azul, una narración interactiva, es decir: una película que se reconfigure a partir de estructuras aleatorias donde los episodios permanezcan intactos, pero su orden pueda ser alterado. Lo que hasta ahora es el inicio de Corazón azul, aparece disponible en YouTube: una serie de imágenes documentales que tributan a la ficción a partir de la manipulación y la yuxtaposición.
Desde sus primeros experimentos en el cine, ya Miguel Coyula empleaba los más disímiles métodos y herramientas para crear efectos con los que apoyar esa otra realidad de sus películas. Otra realidad que no apunta a personajes y situaciones fruto de la invención, sino a un mundo visualmente distinto, como el que consigue en otra secuencia ya terminada de este proyecto, donde la protagonista visita una exposición de pinturas, y el trabajo de edición, sonido, montaje y corrección de luces, la hace observar los cuadros de árboles moribundos y troncos cortados con una intensidad que es imposible al ojo humano, y que tampoco se consigue solo colocando la cámara contra la actriz y la pieza.
Si en cada uno de sus filmes Miguel Coyula interviene casi la totalidad de sus planos, con una intención plástica, en su novela no se ha privado de concatenar texto e ilustración –otro tipo de texto–, al entrelazar el negro de las letras impresas con el de las imágenes, como si el cineasta percibiera la necesidad de enfatizar determinados rasgos no solo con palabras.
Se puede leer Mar rojo, mal azul como quien ve una película de su autor. Pero no es una alusión a los momentos de montaje paralelo de escenas o a que a veces nuestra perspectiva sea la que nos proporcionaría una cámara en mano. Me refiero, sobre todo, al guion de ese personaje llamado Miguel, que más bien es un diario y termina siendo un testamento, donde se enuncia a modo de manifiesto la propuesta del cine de Coyula:
No quiero comprender la mecánica de las cosas. No me interesa el caos artificiosamente construido. Necesito el estado natural de la percepción, sin extensiones intelectuales, o códigos simbólicos universales. No me interesa la poesía abstracta cuyos versos riman, ni el complicado dibujo que se asemeja a un rostro, no tengo miedo a los clichés ni a todo lo contrario, para mí este arte consiste en el leguaje de la mente, esos son mis principios.
Más que alargar estas páginas con un par de párrafos a modo reseña o juicios que reduzcan las lecturas de Iván, Heber, Azucena, Remy, Fernando, Miguel, Marina y las situaciones en las que se ven inmersos, me interesa anotar la insatisfacción de estos personajes, ese caos total con el que lidian, que no obedece al desmesurado desarrollo que hace peligrar el planeta y a la especie, sino que ha estado presente siempre en el hombre. La célebre secuencia inicial de Stanley Kubrick en 2001: Odisea espacial se ha interpretado como resumen de la evolución humana, obviando que en su vuelo, el hueso se sustituye por la nave espacial, instrumentos ambos, o sea: el germen de esa batalla muy-muy lejana, el problema filosófico, ha permanecido latente desde aquel descubrimiento ancestral de la herramienta.
Tres años atrás, en la introducción a una entrevista que le hice, me referí a Miguel Coyula como “director desconcertante”, luego, en una crítica, afirmé que él representaba en el cine cubano una “singularidad rayana en la anomalía”. Ahora me percato que en el prólogo a Mar rojo, mal azul, hablo de su “extraña originalidad”. Y aunque creo haber dejado claro no haberlo dicho solo por cualidades como su resistencia a dejarse asimilar por lo que llamamos industria o institucionalidad, temo siempre haber dejado un tanto implícito el reconocimiento a su inteligencia y talento.

El ser humano no es feliz si es absolutamente libre, cosa por demás imposible. Y busca refugios como el amor a su familia o la creencia en una religión o la confianza en un sistema político, con tal de desterrar la conciencia de su soledad. Con todas estas certezas, la obra de Miguel Coyula, su cine, al que ahora se suma esta novela, nos lega la ganancia de los saldos y liquidaciones de los que parte: sabemos de la destrucción total que nos circunda, de lo inútil de los proyectos por crear “hombres del futuro”, evitémonos entonces el mismo viejo tema de 1916 que denuncia The Cramberries en su canción, y no obviemos el hecho cinematográfico, menos el literario, con la publicación ahora de Mar rojo, mal azul.

domingo, 13 de octubre de 2013

LUIS MANUEL PÉREZ BOITEL, QUIEN FUERA EL PRIMER PREMIO DE POESÍA LA PEREZA 2013, OBTIENE EL PREMIO INTERNACIONAL DE POESÍA EN LENGUA ESPAÑOLA MANUEL ACUÑA.

El poeta cubano Luis Manuel Pérez Boitel, vuelve a ser noticia al obtener el Premio Internacional de Poesía Manuel Acuña  que convocó el Gobierno de Coahuila de Zaragoza, en México.  En esta ocasión fue electo su poemario  Artefactos para dibujar una nereida, entre más de setecientas obras de 22 estados y de 22 países, como Israel, Finlandia, Chile, Perú, Cuba, Venezuela, y Argentina, entre otros.

Pérez Boitel, de una gran trayectoria en los predios de la poesía, con más de 18 libros publicados tanto en Cuba como en el extranjero, ha ganado el Premio Casa de las Américas, de Cuba.  El poeta es graduado en la especialidad de Derecho, actualmente Máster en Derecho Empresarial, y miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba.

El premio, consistente en cien mil dólares, un diploma y la publicación de la obra por parte de la Secretaría de Cultura de Coahuila y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, será entregado el 6 de diciembre del 2013. 

domingo, 29 de septiembre de 2013

Lanzamiento oficial de "Un pie en lo alto y otras encerronas", de Sindo Pacheco, en Books&Books, el 28 de septiembre del 2013

En horas de la tarde de ayer tuvo lugar en la ciudad de Miami el lanzamiento del último libro de relatos del narrador cubano Sindo Pacheco. Fue una tarde plena de buena literatura y de buenos amigos. A estos últimos, el agradecimiento eterno.
Gracias también a los medios de prensa que apoyaron esta presentación y así ayudaron a que el lanzamiento fuera todo un éxito, especialmente al periódico El Nuevo Herald por la cobertura previa.


De izquierda a derecha Greity González con los poetas Francisco Larios, Tinito Díaz, Lleny Díaz, Yosie Crespo y Jaabnel Díaz Rivera. 




Greity González Rivera, fundadora de La Pereza Ediciones, presenta a Sindo Pacheco





La Pereza Ediciones en Books&Books, septiembre del 2013


domingo, 22 de septiembre de 2013

Noches de Obon, de la multilaureada novelista valenciana María José Rivera

Hemos descubierto una joya, y por joyas como esta, es que todos los días despertamos, aún sin creer en domingos, emocionados de estar en La Pereza, de trabajar para ella sin descansar un minuto. 
Ya se encuentra a la venta una novela excelente. De María José Rivera, (La Rioja, España), "Noches de Obon", parte de una trilogía compuesta además por "Harmattan", finalista del X Premio de Novela Fernando Quiñones, publicada por Alianza Editorial, y "Eres la luz de mis ojos", finalista del I Premio Hispania de Novela Histórica.



jueves, 12 de septiembre de 2013

"Mar Rojo, Mal Azul", primera novela del cineasta cubano Miguel Coyula

La Pereza Ediciones publica "Mar Rojo, Mal Azul", primera novela del joven y reconocido cineasta cubano Miguel Coyula, director del laureado filme "Memorias del desarrollo", ganador éste último de una veintena de premios internacionales.
"Mar Rojo, Mal Azul" es una novela que le debe mucho al cine, donde cada oración es una imagen, un plano, pensados como un montaje cinematográfico.
Se encuentra desde hoy disponible en la red mundial de Amazon, para disfrute de todos los amantes de la buena literatura, y del buen cine.
El siguiente es el link de acceso:
http://www.amazon.com/Mar-Rojo-Azul-Spanish-Edition/dp/061587925X/ref=sr_1_2?ie=UTF8&qid=1379016959&sr=8-2&keywords=Miguel+Coyula

jueves, 29 de agosto de 2013

Prólogo escrito para "Huevo de pascua y otras ficciones", por Yoss



Supuestamente… o al menos para muchos críticos estirados que no tienen ni idea de que hay vida inteligente más allá de Harold Bloom y su Canon Occidental, la ciencia ficción es una literatura escapista y nada seria. Novelas sin pretensiones literarias reales, para leer de un tirón recostado en el diván, esos fines de semana en que uno no tiene ganas ni dinero para ir a la discoteca o a la playa. Para extasiarse soñando con las ucronías, lo que pudo haber sido y no fue: si Hitler no se hubiera empeñado en Stalingrado, o los aztecas no se hubieran dejado ganar la mano por Cortés. Para suspirar imaginando lo hipertecnificado y cómodo de un futuro en el que la ciencia está más que nunca al servicio del hombre. O, por el contrario, congratularse de que por malo que esté el presente con su inflación, recesión y otros apretones de cinturón, al menos no llega al nivel opresivo de distopías sociales tan tristemente célebres como 1984, Un mundo feliz y otras por el estilo.
Pero la CF es mucho más que eso. Los que la escribimos y leemos lo tenemos muy claro; no solo es la literatura de las consecuencias y del cambio, la única que se preocupa por dilucidar qué resultados tendrán nuestras acciones (o la falta de ellas) de hoy en nuestro mañana, sino, y sobre todo, una manera de entender mejor ese presente nuestro que se transforma con tanta velocidad e impredecibilidad, recurriendo al truco de colocar un espejo en el mañana, o al menos en el célebre ¿qué pasaría si…?, que muchas veces es el núcleo argumental de tantas historias del género, para así poder ver mejor el hoy.
En estos tiempos de crisis, no sólo el futuro inmediato sino los cuestionamientos más profundos, o sea, las preguntas eternas: ¿quiénes somos? ¿de dónde venimos? y ¿adónde vamos? (no; la de ¿con quién vamos a dormir esta noche?, que es un añadido muy posterior y probablemente espurio) cobran más importancia que nunca.
Y el cuento de CF que se escribe hoy por hoy en el mundo es clara evidencia. El espectro de preocupaciones de la CF es más amplio que nunca en este siglo XXI. El lector de la antología que ofrecemos a continuación, integrada por los premios, menciones y relatos finalistas del Primer Concurso Internacional de Ciencia Ficción La Pereza, podrá comprobarlo.
Diferentes autores de medio mundo se dan cita en las páginas siguientes, ofreciendo multitud de enfoques de la realidad y el futuro (si es que no son la misma cosa) que trataremos de definir a continuación (porque eso es lo que se espera de un prólogo ¿no?, que defina y agrupe, como mínimo), sin caer en el spoiler, por supuesto.
Obviamente, algunos temas son más populares –¿o representan preocupaciones más generales o más firmes?– que otros.
Por ejemplo, los juegos con el tiempo. Como en ese pueblo donde este no discurre a la misma velocidad que en el resto del mundo, sino con algunos segundos de diferencia… lo que resulta sin embargo de importancia capital, en “Buena venta”, del español Juan José Tapia Urbano. O esa imaginativa explicación de lo que realmente se esconde tras ese fenómeno tan convencional en estos días de vuelos continuos y que llamamos jet lag, con matices de trágica historia policial, en “Abusos horarios”, de otro ibérico, Javier Debarnot.
Las complejas relaciones entre hombre y máquina, humano y robot, inteligencia natural y artificial, son el eje dramático de un relato desgarrador sobre la incomunicación, compuesto a través de diferentes puntos de vista: “Inhumano”, del israelí Dov Terkieltaub. Pero también, aunque con más humor y apelando fuertemente al recurso nunca obsoleto de burlarse de la burocracia insertando sus típicos gráficos y formularios en el texto, de “Un mensaje nuevo”, de la colombiana Angela del Pilar Lancheros Mora.
Mientras que en “Cybermen”, del colombiano Alberto Holguín, somos testigos (nunca mejor dicho, gracias a la interesante artimaña estilística del narrador omnisciente, de claro sabor decimonónico) de algo que ya por desgracia es presente y no futuro para muchos en el Primer Mundo: cómo las relaciones digitales, a través de sucedáneos de la amistad verdadera como Facebook, Twitter y otras comunidades virtuales, enajenan a los seres humanos de los auténticos placeres de la vida.
En esta categoría podría considerarse también “La impresora”, del argentino Manuel Winocur, una de las menciones del concurso. Un relato con visos de terror, inspirado en el nuevo boom de la impresión 3D, para tejer una especulación atrevida y escalofriante sobre un futuro en que esta tecnología marca la cotidianeidad, y en el que la Inteligencia Artificial podría surgir de manera casi anodina, para desplazar inexorablemente al ser humano en su papel rector sobre el planeta.
Hay rejuegos con la biología, en el texto epistolar con ribetes victorianos de cuento de exploradores coloniales y seres exóticos, enriquecido por cierto enfoque policíaco, que es “¡Hasta nunca, Seinfeld!”, de otro español, Marco Antonio Marcos. También puede considerarse que aborda este tema el cuento “La sombra”, de la española Laura Delgado González, aunque en este caso se trata de un texto curiosamente a caballo entre la CF y el Fantástico, cuyo fascinante conflicto central es lo que ocurre cuando alguien muere y descubre que no puede abandonar este mundo porque todavía hay quien piensa demasiado en él.
Y un homenaje claro, pero no explícito a Mary Shelley, la autora del inmortal Frankenstein, en forma de reflexión sobre el posible costo social del remedio definitivo contra esa pesadilla médica actual que son los tumores, en “Cáncer”, del chileno Manuel Urrutia.
Pero también hay otros homenajes literarios más directos: en “Yo también soy hijo de Pedro Páramo” (mención), un texto magistralmente escrito del cubano Yonnier Torres, que más que referirse a la célebre novela de Juan Rulfo la reinterpreta en una Cuba postapocalíptica. Y a Lovecraft, en su estilo ampuloso y su trasfondo de crueles deidades prehumanas, aunque ahora trasplantado al cosmos profundo, en “Los engendros de Nergal”, del español Carlos Díaz Maroto, que liga hábilmente el terror y la CF clásica de exploración de nuevos mundos extraterrestres.
También nada menos que a Edgar Allan Poe, en “La reconstrucción de la casa Usher”, del australiano (residente) Mario Daniel Martín, que mereció mención por su hábil recontextualización del célebre relato en un entorno de abducciones, primer contacto histórico y extraterrestres.
De extraterrestres ocultos entre nosotros bajo aspectos inofensivos, y derrochando un inspirado humor de ingenuidad casi infantil por momentos, nos habla por su parte el ecuatoriano Jorge Valentín Miño, en su delicioso texto “Identidad”.
Humor derrocha también, ¡sobre todo en ese impagable final!, el argentino Juan Pablo Goñi Capurro en su breve cuento “La primera vez”, que en un entorno tecnológicamente avanzado de criogenia y suspensión animada ubica un chiste no por local menos delicioso ni universal, curiosamente. Y además se las arregla para criticar descarnada y despiadadamente a los políticos que hacen del chovinismo deportivo bandera de sus ambiciones populistas.
Por su calidad escritural y la originalidad de sus argumentos, la primera mención y el premio merecen párrafos aparte, en justicia.
“Militia” (primera mención), del argentino Germán Maretto, disecciona el horrendo fenómeno de la guerra a través del bien manejado recurso estilístico de ir trasladando el punto de vista de uno a otro de los diversos miembros de un clan de especialistas militares del futuro. No hay principio ni final en esta historia cuyo verdadero protagonista es la muerte en combate, irracional y absurda siempre, ya sea ajena o propia. Se trata de un cuento que, si tal vez no del todo a Robert A. Heinlein, militarista acérrimo dentro de la CF, como lo demuestra su admirada y denostada Tropas del espacio, de seguro habría agradado sobremanera al Joe Haldeman, veterano de VietNam y polémico autor de ese clásico antibelicista que es La guerra interminable.
Y, finalmente, el cuento ganador del concurso y que con toda justicia da título a la antología: “Huevo de pascua”, del español Luis Acedo. Se dan cita aquí un derroche de erudición tecnocientífica que convierte el texto casi en un perfecto exponente del subgénero hard de la CF, con su cuidada descripción de la búsqueda de radioseñales de inteligencias extraterrestres en el cosmos a través del proyecto SETI y otras, con preocupaciones de alto vuelo imaginativo sobre temas tan actuales como la Informática y la Inteligencia Artificial, pero también tan eternos como la naturaleza verdadera de la realidad.
Y todo salpicado con un humor juguetón, del que hace sonreír y no soltar la carcajada, pero a la vez algo negro y pesimista, de un modo que recuerda poderosamente a ese clásico cuento que es “Los nueve mil millones de nombres de Dios”, de Arthur C. Clarke, en un final sorpresivo del que no revelaremos más porque en su absoluta impredecibilidad radica buena parte del magnífico sabor que deja la lectura del relato.
Tengan pues los lectores adictos al género este pequeño Huevo de pascua, botón de muestra del quehacer de los autores del fandom mundial que escriben CF en español, y esperemos también que La Pereza, contraviniendo irónicamente su nombre, continúe mostrándose diligente en su cruzada por la ciencia ficción, y a esta antología la sigan muchas más.

Yoss

23 de agosto de 2013

miércoles, 28 de agosto de 2013

Huevo de pascua y otras ficciones (I Concurso Internacional de Ciencia Ficción La Pereza 2013)




Estimados amigos, lectores, autores:
Ya se encuentra disponible en Amazon, "Huevo de pascua y otras ficciones", antología resultado del Primer Concurso Internacional de Ciencia Ficción La Pereza 2013. 
Con portada del excelente artista de la plástica contemporánea Esterio Segura, y con prólogo escrito por Yoss (José Miguel Sánchez), uno de los más relevantes escritores de ciencia ficción de habla hispana, "Huevo de pascua..." significa un paso más en el empeño de La Pereza de llevar lo mejor de la literatura actual a las manos de todos. 
Porque leer no puede ser un lujo. Leer es un derecho de todos, como mismo todos tenemos el "derecho a la pereza". 
En nombre del equipo de La Pereza, gracias eternas,
Greity González Rivera
Presidente en La Pereza Ediciones, Corp.

viernes, 16 de agosto de 2013

"VERSOS DEL PLURIVERSO", DE ERNESTO CARDENAL, EN LA PEREZA EDICIONES


Un intelectual de talla gigante ha apostado por La Pereza. 
Premio Reina Sofía, Premio Iberoamericano Pablo Neruda, y con una nominación al Premio Nobel de Literatura en el 2011, llega a La Pereza Ediciones uno de los escritores más grandes de la lengua hispana: Ernesto Cardenal.
"Versos del pluriverso", con nuevos poemas que han sido añadidos a su gran Cántico Cósmico, ya se encuentra disponible en Amazon y en otras librerías digitales como Barnes&Noble.com

Gracias, Padre Cardenal, Maestro, Revolucionario, Hombre siempre Nuevo, por confiar en La Pereza.


jueves, 15 de agosto de 2013

Entrevista a Sindo Pacheco, Premio Casa de las Américas, autor presente en el catálogo de La Pereza Ediciones.

Un-pie-en-lo-alto-y-otras-encerronas

Sub-Urbano es una de las revistas culturales de habla hispana más respetadas de los Estados Unidos. La misma  entrevistó a Sindo Pacheco, autor de "Un pie en lo alto y otras encerronas", libro de relatos publicado bajo el sello de la Pereza Ediciones; y que será presentado oficialmente en Books &Books, Coral Gables, Miami, el 28 de septiembre de 2013.
Aquí, la entrevista reproducida:

Conozco la obra de Sindo Pacheco desde hace muchos años, desde los tiempos cubanáceos. Entre los libros que traje de Cuba hay una antología que contiene uno de mis cuentos preferidos, “Nos visita el escritor,” de Pacheco. La ironía suave de la historia y el manejo impecable del idioma ya anunciaban al autor que vendría después.
Sindo Pacheco ganó el premio El Caimán Barbudo en 1990 y ha publicado Oficio de Hormigas (cuentos, 1990, premio Abril) y las novelas Esos MuchachosMaría Virginia está de Vacaciones (Premio Latinoamericano Casa de las Américas, premio anual La Rosa Blanca que concede la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y Premio de la Crítica a las mejores obras publicadas en Cuba durante 1994), así como María Virginia mi amor o María Virgina y yo en la Luna de Valencia, finalista del Premio Norma-Fundalectura); Las raíces del tamarindo, finalista del Premio Edebé y publicada por esta editorial en Barcelona, Mañana es Navidad, y El beso de Susana Bustamante.
Su última obra es una colección de cuentos, Un pie en lo alto y otras encerronas, que ha sacado con la editorial La Pereza y que presentará en Books & Books el 28 de septiembre. Además, está invitado a la Feria del Libro de Miami como parte del Panel de Escritores Iberoamericanos para el lanzamiento de este mismo libro, en noviembre.
 
Teresa Dovalpage: ¿Cuándo supiste que querías ser escritor?
Sindo Pacheco: Realmente no quería serlo, sino más bien que un día no pude evitarlo. Yo empecé a escribir, sin conocer a ningún escritor, sin tener un tutor, sin saber por qué ni para qué diablos podía servir. Escribía historias porque de alguna manera tenía que sacar de mí esos fantasmas. Años después de aquellos horrorosos intentos supe que existían Talleres Literarios, y que, aún sin ser graduado de nada, podía dedicar una parte de mi tiempo al acto de escribir. Pero, respondiendo tu pregunta, todavía no me considero un escritor. Cada vez es más difícil alcanzar ese oficio. Creo que un escritor es aquel que puede vivir de lo que escribe, que puede mantener con ello a su familia —cosa cada vez más difícil en estos tiempos—, yo soy, simplemente, un hombre que escribe, que elabora ficciones, que con un trocito de verdad trata de fabricar una mentira completa.
 
Teresa Dovalpage: Me parece que eres demasiado modesto. Eres escritor porque escribes, y muy buen escritor. Tus premios y las múltiples ediciones y reediciones de tu obra lo atestiguan. Mantenerse, o no, gracias a la pluma es otra cosa y ya volveremos a eso. Ahora, ¿cuál es tu rutina preferida para escribir, si la tienes? ¿Hay algo que hagas siempre antes de empezar una nueva historia, algún ritual…?
Sindo Pacheco: No tengo una rutina específica, ni ritual a la hora de escribir. Más bien dejo que la historia me preceda y voy tras ella, un poco desconfiado y todo lleno de asombros. A veces escribo de noche, a veces por el día, siempre cuando tengo inspiración.
 
Teresa Dovalpage: Los osos y los leones se pasean por esta última colección, así como toda clase de perros, entre ellos los eufóricos. El cuento “Habana” me ha gustado mucho, sobre todo su descripción del encuentro literario. Y ese león. Naturalmente, el león. Dame una pista literaria ¿el león se relaciona con…?
Sindo Pacheco: Esos seres llamados animales son el primer asombro de un niño cuando irrumpe en el mundo. Sería difícil encontrar una novela sin que esas criaturas pululen de alguna manera por sus páginas. El león del relato “Habana” simboliza, eso creo, la soledad del espíritu de Sigfredo; en mi caso personal sufrí esas sensaciones de forma real cuando tuve una marcada falta de salud.
 
Teresa Dovalpage: Hasta las cosas malas (o en especial las cosas malas) sirven de inspiración. Y hablando de inspiración, tus cuentos sorprenden con finales inesperados, tanto los que suceden por acá, en esta tierra, como los que ocurren en el más allá. ¿Dónde encuentras la inspiración para ellos?
Sindo Pacheco: A veces me ocurre que conozco de antemano el final de un relato, y trato de llevarlo a esa consecución. En otros casos, el propio relato me ayuda a encontrar su desenlace. A veces el relato lo hace sin mí, que simplemente le dejo esa labor detectivesca (ver pregunta 6).
 
Teresa Dovalpage: ¿Cómo promueves tus libros? ¿Alguna táctica exitosa que quieras compartir?
Sindo Pacheco: Soy un pésimo promotor, la verdad. Lo poco que mi obra ha trascendido se debe, casi enteramente, a la generosidad de algunos amigos, o a la propia obra en sí.
 
Teresa Dovalpage: Bueno, en ese aspecto sí que hay que ponerse las pilas. Lo de “el buen paño en el arca se vende” ya no funciona, por desgracia, así que hay que aprender a mercadear. Para vivir del cuento hace falta a veces ser más promotor que escritor. Volviendo a tus relatos, ¿siempre sabes el final de cuando te sientas a escribirlos o lo cambias por el camino?
Sindo Pacheco: Mira, Teresa, aquí me voy a extender un poco. Según la Internet, la palabra cuento proviene del latín computum (cálculo, computo). O sea: calcular, llevar cuenta. La única diferencia con la matemática es que esta “cuenta”, no se hace con números sino con palabras. Pero indudablemente en los relatos hay que “llevar” la cuenta para que el resultado dé, sea creíble. En mi caso personal, yo relaciono los cuentos con una ecuación algebraica:
a + b = c
donde a corresponde a la introducción, b al desarrollo y c, al desenlace. Vamos a establecer, por ejemplo, que la cuenta en un buen cuento, no deba ser inferior a 100; la introducción, que corresponde a la letra a, deba tener un valor pequeño, digamos que 1 ó 2 o a veces hasta 3 (mientras más pequeña sea la introducción, mucho mejor; las introducciones muy extensas, con valores de 10 o más se hacen sospechosas para el lector y pierden credibilidad).
Ahora pasemos a los siguientes dos incisos que he descubierto en mi forma de concebir el relato.
inciso a: el autor conoce el final de su historia) El escritor tiene el valor de c igual a 100, el valor de a, que ya señalamos que debía andar bajito: 1 ó 2 ó 3, así que lo único que faltaría es darle un valor a b de tal modo que la cuenta del cuento funcione. La ecuación quedaría de la manera siguiente:
1 + b = 100
O sea b debe alcanzar un valor lo más cercano a 99 para que el relato convenza, sea verosímil, para que esa entrañable criatura nazca sana y saludable.
Sin embargo pueden ocurrir situaciones dolorosas con el relato, y ese adorado hijo del espíritu es abortado por: número uno: Fatal Desnutrición:
2 + 61 = 100
Falta de información, o justificación, o psicología a los personajes, etc., que hacen que el relato se quede en una hermosísima anécdota.
O: número dos: donde ocurre exactamente lo contrario, que denominaremos SAO (por sus siglas en inglés): Síndrome de Aborto por Obesidad:
3+133=100
Aquí al relato se le ha puesto tanta verborrea, tanta palabrería y hojarasca, tanto bururú barará, que la historia se diluye, naufraga, se ahoga en un proceloso piélago de retórica.
Lo expuesto anteriormente, Teresa, sucede cuando el autor conoce de antemano el final del relato. Ahora podemos pasar al inciso b.
inciso b: el autor no conoce el desenlace) Aquí sucede que el escritor sabe el valor de a (1, 2, 3); pero no sólo desconoce el de b como en el inciso anterior, sino que tampoco tiene el valor de c; en otras palabras, desconoce el desenlace del relato, está más perdido que una vaca en un cine: ignora si va a dar 100 o más (si da menos de 80 hay peligro de aborto). De modo que la ecuación tiene dos variables: b y c, con una sola constante: a (1, 2, 3). La ecuación a + b = c quedaría como sigue:
1 + b = c
Aquí el autor tiene al personaje en su mente y muy pocas cosas más, y comienza a hacer crecer la cuenta del cuento, sumándole acontecimientos, ideas, circunstancias, toda una gama de cosas sin saber claramente hacia donde va la historia. O sea, le va dando valores al término b hasta que el desenlace, si es bueno, aparece por fin sin que apenas se dé cuenta: cae dulcemente en un parto feliz, sin dolor, sin anestesia, sin puntos. Y el relato puede acercarse a resultados tan increíbles y veraces como
1 + 215 = 216 (Poe, Maupassant, Chejov, Hemingway, Borges, Rulfo, Cortázar, y demás).
Esas son las dos variantes en mi manera de concebir el relato.
inciso c o epílogo)
Para resumir, y volviendo al origen de las palabras cuento y cuenta, también podemos añadir lo siguiente:
La cuenta que es “ella”, y se realiza con números “ellos”, siempre se ha explicado con “ellas” las palabras; pero “ellos” los cuentos, que se escriben con “ellas” las palabras”, nunca antes habían sido explicados con “ellos” los números. Eso es lo que he tratado de hacer para que finalmente tanto ellos como ellas vivan felices en su matrimonio de pronombres, para que las nobles criaturas, frutos de esa hermosa relación nos expliquen las cosas que no entendemos de la economía, de la ciencia y de los astros (las cuentas), y para que los cuentos nos ayuden a luchar contra el olvido y a tratar de comprender el incomprensible mundo en que vivimos.
NOTA FINAL
Toda esa descarga, Teresa, de nada sirve para los aspirantes a escritores, ni para nadie. El escritor que se ponga a pensar en todo eso a la hora de escribir su relato, está frito de antemano: le anticipo que la cuenta de su cuento nunca dará  los 100 puntos: el aborto de la criatura estará garantizado.
Teresa Dovalpage: Sindo, nunca había escuchado una teoría tan interesante sobre el complejo asunto de la inspiración literaria y la matrimoñesca gresca de los cuentos y las cuentas. Burla burlando, has dicho muchas verdades. Imagínate que un aspirante a escritor te pida consejos sobre esta profesión (¿vocación? ¿equivocación?) ¿qué le dirías?
Sindo Pacheco: Le diría que buscara otra profesión. Ejercemos un arte en decadencia, no vivimos del cuento sino que morimos del cuento. Luego del cine, de la radio, de la televisión, de la Internet, la palabra escrita es poco menos que un estigma. Le diría como me decía mi abuela cuando me veía tratando de redactar alguna historia: hijo, deja eso, que te vas a poner mal de la cabeza. Búscate un oficio que te permita vivir, por ejemplo, carpintero. Los carpinteros ganan buen dinero. Ella no decía mucho dinero sino “buen” dinero, una cosa olvidada demasiado pronto. En aquella época, todavía, la calidad del dinero tenía cierto valor de cambio.
Teresa Dovalpage: Hombre, parece que las abuelas cubanas tenían una conspiración contra la literatura. La mía no hablaba de dinero directamente pero me decía que dejara la escribidera y que me buscara un marido. (Le hice caso, por aquello de tener un plan B.) Pero vamos a regresar a tus libros, y a los planes sobre tus libros. Me gustaría que hablaras un poco acerca de ellos. ¿Qué hay en el futuro, inmediato o lejano, del escritor  Sindo Pacheco?
Sindo Pacheco: Realmente no hay mucho: dos novelas inéditas, una de las cuales tal vez salga para finales de año; y el deseo de comenzar otra, cuando esos seres caprichosos llamados musas me lo ordenen, sin excusa ni pretextos, como deben ser las órdenes en los buenos ejércitos.
Teresa Dovalpage: ¡Me gusta eso de un ejército de musas! Mucha suerte con todos tus proyectos y gracias por acceder a esta entrevista.
 
© 2013, Teresa Dovalpage. All rights reserved

La magia de La Pereza Ediciones de la mano de una de sus autoras: Yulkie María Milnne.


lunes, 24 de junio de 2013

ALGUNAS FOTOS Y UN VIDEO

Yulkie María Milnne y Greity González Rivera, quien lee las palabras de presentación de Ernesto Pérez Castillo, Director Editorial.

Greity González y Yarahy Reyes, periodista.

  

"Porque los niños son los que saben querer..., porque los niños son la esperanza del mundo"
José Martí



Yulkie María Milnne, autora de "Y tiritas azules o los sapos son viejos", y Greity González Rivera.


UNA TARDE MEMORABLE PARA LA PEREZA EDICIONES


En horas de la tarde del 23 junio del año 2013 tuvo lugar en Miami la presentación de cuatro títulos de literatura infantil, publicados bajo el sello de La Pereza Ediciones, y disponibles en Amazon.
La Pereza se sintió, con este hermoso encuentro, más honrada y bendecida que nunca.

"Y tiritas azules o los sapos son viejos", de María Milnne
"Cuidado...¡niña en el jardín!", de Geovannys Manso
"Cuando quieres mirar a las nubes" (Antología del I Concurso de Literatura Infantil La Pereza 2013)
"Nené Traviesa: versión para leer y colorear", de Abel Hernández Perdomo

domingo, 26 de mayo de 2013

Nueva publicación de La Pereza Ediciones


Bajo el sello de La Pereza Ediciones, acaba de publicarse en Estados Unidos la primera novela del joven escritor colombiano, Julio César Pérez Méndez, "Hombre Cero".
Aquí, el link de acceso de una breve entrevista realizada a este autor, a quien auguramos grandes éxitos en su carrera literaria.